CONTROL HORARIO – EL TECHO HA CAIDO SOBRE NUESTRAS CABEZAS

Recuerdo, en un ya lejano junio de 2014, una serie de discusiones con unos muy despreocupados empleados de una conocida empresa multinacional de servicios, un Gerente Regional y su Jefe de Recursos Humanos, cuando les insistía en la necesidad de adaptarse rápidamente a la obligatoriedad del registro diario de jornadas. Todo ello con el fin de evitar que posibles acciones de la Inspección de Trabajo conllevasen sanciones a su empresa y que sus clientes (en este caso uno conjunto) pudiese verse perjudicado por las mismas. Recuerdo su resistencia numantina y que casi podríamos encuadrase dentro de lo cerril y no exenta de un punto de autosuficiencia, a justificar ante su cliente este registro, sin alcanzar a ver la dimensión del problema. Recuerdo su expresión, por ser parecida a la de los personajes del irrepetible Uderzo, creador de Astérix, y con paciencia benedictina escuche de la boca del Gerente la socorronería:«y si, y si … cae el techo sobre nuestras cabezas». Pensé inmediatamente que, si no el cielo de los galos, que sabe Dios cuan pesado es, al menos es probable que con esa actitud efectivamente terminase cayendo, al menos, el techo sobre nuestras cabezas.

Pues bien, este problema ya está aquí de lleno. El techo se ha caído sobre nuestras cabezas y la Inspección de Trabajo ha puesto el foco en el registro de la jornada. A pesar de la última sentencia del Tribunal Supremo, la obligatoriedad de registro en los contratos a tiempo parcial permanece y debemos recordar que son mayoría en el sector servicios. Sobre este particular es muy destacable la correctísima posición de Jesús Martín López, presidente de AELMA y vicepresidente de AFELIN que en un reciente entrevista en la revista «Limpiezas» asume que «no hay manera de librase de ello» y, no solo eso, si no que busca el lado positivo identificando claramente que es una herramienta para luchar contra la competencia desleal en el sector, donde no son pocas aquellas empresas que contratan al personal por menos horas de las que efectivamente realizan. Reconozco la visión de este directivo, que yendo más allá indica que esto debe verse «como una oportunidad de distinguirse de otras empresas».

Fue lamentable la falta de visión de otros en el pasado; fue tiempo perdido, pero agua pasada no mueve molinos. Lo relevante hoy, es que algunos en este sector, con visión de futuro, empiezan a ser conscientes de que es preciso avanzar y que no se puede permanecer estático en modos de relación con los clientes propios de los años 80. Se debe perder el miedo a dejar de engañar al cliente con las horas de prestación del servicio. Si eres honesto, prestas un buen servicio, tratas bien a tú cliente y tu margen es el adecuado tendrás un cliente mucho tiempo.

En las citadas «discusiones», a las que aludía al principio de este artículo, recuerdo, perfectamente, que en Pilot CCS manteníamos que además era vital el cumplimiento de este requisito por el riesgo de conversión de contratos a tiempo parcial a tiempo completo con el consiguiente encarecimiento del servicio para el cliente. No se si ya se han dado casos, pero estoy seguro que si no es así sucederá tal y como lo digo en un futuro no muy lejano. Algún directivo o empresario de servicios tendrá que personarse ante su cliente para explicar que su contrato se encarecerá un 25% al pasar por «arte de magia» la jornada de su limpiadora adscrita al centro de 30 a 40 horas semanales. La empresa de servicios, amparada en la «dulce» subrogación, finalmente no asumirá sus errores, lo hará el cliente abonado estúpidamente un 25%, pero el descredito es enorme. El cliente puede encontrarse, de la noche a la mañana, con un trabajador de su contrata, asignado a su centro de trabajo, con gran antigüedad y a la que, con un contrato ya a tiempo completo, no se le puede tocar ni una coma la jornada. Por eso, reitero mi enhorabuena a Jesús Martín López, por fin alguien empieza a levantar la cabeza y donde unos ven una debilidad él encuentra un punto de fortaleza. Ya no vale el «y si, y si … cae el techo sobre nuestras cabezas».

Excepto contados edificios, de los más antiguos del mundo, como Santa Sofía de Constantinopla, el Panteón de Agripa o la Basílica de San Marcos todos los techos terminan por caerse, incluidos los de estas reliquias arquitectónicas. Es nuestra responsabilidad, que cuando lo hagan tengan el menor impacto para nuestros clientes. Eso es lo que se debe vender. En definitiva, se puede resumir en una frase «ser profesionales honestos con focus cliente» .