Nada es verdad ni es mentira todo depende del cristal con que se mira

Nos viene a la memoria la célebre cita de William Shakespeare, que da título a este post, porque el pasado mes de enero, ASPEL, la patronal que agrupa a las grandes empresas de limpieza, reclamaba que se fijase un precio mínimo en los contratos públicos para evitar prácticas ilegales. En un informe con el título de «La dictadura del precio» el sector pide endurecer la normativa para excluir directamente de los concursos a aquellas empresas cuyos precios no cubran los costes de mano de obra.

Estamos de acuerdo y, en este punto, Pilot CCS, con la elaboración de sus informes, aporta la información necesaria a los distintos organismos para identificar los costes de la mano de obra. Como hemos dicho coincidimos plenamente con esta petición, pero, por experiencia, sabemos que una parte que valoraremos como «nada desdeñable» de las empresas prestatarias de estos servicios alteran la información facilitada al cliente del personal subrogable. De esta forma se altera obviamente la libre competencia y entonces cabe preguntarse cual sería el precio de referencia: ¿El listado de subrogación alterado? ¿El listado de subrogación que se entiende sin alteraciones en caso de ser posible identificarlo? ¿El que determine el rendimiento metros cuadrado / hora?

Es cierto lo que dice el presidente de Aspel, Díez de los Ríos, al indicar que el precio cómo único criterio de valoración en la adjudicación de contratos lleva «a la ineficiencia del servicio y al uso de los recursos de forma no adecuada, pero no es menos cierto que ciertas practicas generalizadas en el sector llevan a «a la ineficiencia del servicio y al uso de los recursos de forma no adecuada». A mayores, no pocas veces los clientes de estas empresas padecen, en forma de un sobre coste en los servicios, los abusos cometidos por estas contratas amparándose en la obligada subrogación del personal.

Estamos también de acuerdo en que, en la práctica, los procedimientos que formalmente revisten la forma de concurso terminan por convertirse en subastas encubiertas, utilizando como único criterio de selección aquella oferta que presente el precio más bajo. Esto obviamente no debería ser así, por ello urge que el sector recupere el prestigio perdido por décadas de prácticas poco ortodoxas hacia su clientes.

Todo ello nos lleva a la conclusión de que el sector deber ser reformado íntegramente por el bien y futuro de las contratas, regulando la subrogación mediante el desarrollo de un corpus legal que proteja por igual al cliente y a las contratas. Impedir por ejemplo la adscripción de nuevo personal con una antigüedad superior a la fecha del contrato mercantil suscrito entre la contrata y el cliente. Pongamos un claro ejemplo, si una empresa comienza su actividad este año es verdaderamente impresentable que tenga que pagar un sobre coste al año siguiente al haber descargado en su centro, la contrata en la que confió, los operarios excedentes de otro y con una antigüedad relevante, transfiriendo a su confiando cliente un pasivo laboral, un servicio inadecuado y unos recursos ineficientes. En este punto recordamos las palabras de un conocido presidente de una de las compañías mas relevantes presumiendo de su acción social decía sin rubor, después de la recolocación de unas decenas de sus empleados que prestaban servicio en un edificio siniestrado, «nosotros no despedimos». El se llevó su titular pero la fiesta la pagaron sus clientes en los que se recolocó el personal.

Así pues, estamos de acuerdo con Aspel en sus legítimas peticiones pero deben ser más ambiciosos, aportar luz a un sector necesitado de ella. Pedimos por el bien de todos algo más que no sea, por terminar como empezamos con Shakespeare y su Hamlet «Palabras, palabras, palabras».

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